Opinión

La traída de aguas a Pontevedra

HACE UN par de semanas en este mismo espacio analicé la mitificación realizada por la historiografía local pontevedresa de la figura de Alejandro Rodríguez Sesmero. Historiografía que dejó al margen su protagonismo destructor –por acción u omisión- del patrimonio pontevedrés. El detonante entonces fue la noticia de crear una exposición permanente en su recuerdo como introductor del agua corriente en la ciudad del Lérez. Nada más alejado de la realidad. Pontevedra contó con el líquido elemento desde el medioevo.

Los introductores fueron los franciscanos. Filgueira Valverde dató en los comienzos del siglo XV la puesta en funcionamiento "da Fonte dos Frades". Consecuencia de las guerras irmandiñas, la infraestructura canalizadora de Moldes al núcleo urbano fue destruida. La bonanza económica pontevedresa del siglo XVI permitió al Concejo apropiarse de sus restos al reconocer los mendicantes contemplativos su incapacidad económica para afrontar la reconstrucción. Sobre dos pivotes descansó la empresa regeneradora: los pontevedreses y moradores de la Pontevedra de entonces y la receptividad de la Corona al permitir sucesivos mecanismos recaudatorios. A modo de ejemplo, en 1535 el Concejo pontevedrés negoció con Carlos V una "sisa", aprobada por el César. Su importe, 600.000 maravedís. Nuevas "sisas" fueron permitidas en 1551 y 1560. La primera por un importe de 600.000 mrs.; 1.500.000 mrs. la segunda. Para tener una idea de la dimensión del importe, recurramos a lo pagado por Pontevedra en 1557 y 1565 en concepto de alcabalas -en teoría el 10% de toda transacción comercial, el IVA de la época, aunque en esos momentos la villa del Lérez era un paraíso fiscal y ni por aproximación realizaba esa cotización-. En el primer año el monto alcabalatorio fue de 1.081.950 mrs., mientras en el segundo alcanzó la cifra de 1.208.000 mrs. Pontevedra era entonces quien más pagaba del Reino de Galicia, pues era el mayor y más dinámico núcleo urbano. El mayor protagonismo en la realización de la infraestructura de Moldes al núcleo urbano correspondió al portugués Mateo López, injustamente ignorado en el "rueiro" pontevedrés. Las solicitudes a la Corona se realizaban con la intención de realizar dos fuentes, la de la Herrería y la de Santo Domingo. Para la construcción de la primera se realizaron varios desplazamientos a Camiña y Viana con la intención de copiar las portuguesas. Así lo refrendan las libranzas destinadas a tal fin.

En 1788 don Félix Raimundo de Soto, Síndico Procurador General, acomete la remodelación de la Fuente de la Herrería y la reparación general de la infraestructura. Entre las innovaciones aparece sustituir el deteriorado remate de la fuente por una escultura de la Fama. Curioso resulta seguir la trayectoria de esa figura a partir del derribo de la fuente. También se debía pintar la fuente de "blanco albayalde", idea considerada "disparatada" por Filgueira. Valoración al margen, se equivocó el polígrafo al situarla en el siglo XVIII, pues la documentación utilizada por él contiene libranzas del XVI para pintar la fuente. ¿Sería eso lo que impresionó a Ambrosio de Morales?

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