Muere el rejoneador y ganadero Álvaro Domecq Romero

Fue figura del toreo a caballo en los 70, creador de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre y criador de los toros de Torrestrella
El empresario Álvaro Domecq, en una imagen de archivo. AEP
El empresario Álvaro Domecq, en una imagen de archivo. AEP

El mundo del rejoneo, la ganadería brava y la cultura ecuestre española se visten de luto tras el fallecimiento de Álvaro Domecq Romero. A sus 85 años, esta figura emblemática de Jerez de la Frontera deja un legado que abarca desde su trayectoria como rejoneador hasta la fundación de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, pasando por su labor como criador de la reconocida ganadería Torrestrella. Su partida marca el fin de una era para el caballo andaluz y el toreo a caballo.

Nacido en abril de 1940 en la cuna del caballo y el vino, Jerez de la Frontera, Álvaro Domecq Romero siguió los pasos de su padre, Álvaro Domecq y Díez, adentrándose en el arte del toreo ecuestre. Su habilidad y carisma lo catapultaron a la cima, convirtiéndose en una de las personalidades más relevantes de la década de los setenta del siglo pasado. Durante aquellos años dorados, formó parte de un cartel legendario, conocido como 'Los cuatro jinetes de la apoteosis', junto a los hermanos Ángel y Rafael Peralta, y José Samuel Lupi, dejando una huella imborrable en las plazas de toros de España y México.

Más allá de los ruedos, su compromiso con la tradición se manifestó en múltiples facetas. Heredó y consolidó la ganadería Torrestrella, un hierro de prestigio que pastó durante décadas en la emblemática finca Los Alburejos, contribuyendo a la riqueza de la Ruta del Toro. Sin embargo, fue su pasión por el caballo andaluz la que lo llevó a materializar uno de sus mayores sueños: la creación de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, una institución que hoy es un referente mundial y que popularizó el célebre espectáculo Cómo bailan los caballos andaluces, una muestra sublime de la doma y el baile de estos nobles animales.

Trayectoria en el Rejoneo: una época dorada

La carrera taurina de Álvaro Domecq Romero se inició con gran expectación. Hizo su presentación como rejoneador el 13 de septiembre de 1959 en la histórica plaza de la Maestranza de Ronda, en Málaga, un escenario de gran simbolismo para el toreo. Apenas un año después, en 1960, tomó la alternativa en la plaza de El Puerto de Santa María, con su propio padre, el también afamado rejoneador Álvaro Domecq Díez, como padrino de excepción. Este evento marcó el inicio de una trayectoria profesional que se extendió durante un cuarto de siglo, cosechando innumerables éxitos y el reconocimiento del público y la crítica especializada.

Su estilo, caracterizado por la elegancia, la maestría y una conexión única con el caballo, le permitió alcanzar la gloria en diversas ocasiones. Uno de los hitos más recordados fue su salida por la Puerta Grande de Las Ventas, en Madrid, en mayo de 1983, un logro que pocos rejoneadores pueden ostentar y que simboliza la cumbre del éxito taurino. Su participación en el célebre grupo 'Jinetes del apoteosis' en los años setenta, junto a Ángel y Rafael Peralta y José Manuel Lupi, no solo elevó el nivel del rejoneo, sino que también lo popularizó, atrayendo a nuevas generaciones de aficionados. Finalmente, se despidió de los ruedos en su tierra natal, la plaza de Jerez de la Frontera, el 12 de octubre de 1985, dejando tras de sí un legado artístico inigualable en el toreo a caballo.

Torrestrella y la Ruta del Toro

La faceta ganadera de Álvaro Domecq Romero fue tan significativa como su carrera en el rejoneo. Heredó de su padre la dirección de la prestigiosa ganadería Torrestrella, un hierro que se convirtió en sinónimo de bravura y nobleza en el panorama taurino. Los toros de Torrestrella, criados con esmero y dedicación en la célebre finca Los Alburejos, en la provincia de Cádiz, fueron protagonistas de innumerables tardes en las principales plazas de España y del mundo. Esta ganadería no solo fue un pilar fundamental de la llamada Ruta del Toro, sino que también representó la continuidad de una tradición familiar y un compromiso con la pureza de la raza brava.

La gestión de Domecq Romero al frente de Torrestrella se caracterizó por una búsqueda constante de la excelencia, manteniendo los estándares de calidad que su padre había establecido. Su visión y conocimiento del toro bravo le permitieron consolidar la reputación de la ganadería, que continuó pastando en Los Alburejos hasta el año 2020. La finca, un enclave natural de gran belleza, fue el hogar de estos imponentes animales y un testimonio vivo de la pasión de la familia Domecq por el campo y la tauromaquia. Su contribución al mundo del toro bravo es un capítulo esencial en la historia de la ganadería española.

La Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre

Si hay un proyecto que encapsula la visión y el amor de Álvaro Domecq Romero por el caballo andaluz, ese es la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre de Jerez. Fundada por él mismo en 1973, esta institución se ha erigido como un auténtico referente mundial en la preservación y difusión de la doma clásica y la equitación tradicional andaluza. El germen de esta iniciativa surgió, curiosamente, de la concesión del prestigioso Caballo de Oro, un galardón para el que Domecq organizó un espectáculo que, por su belleza y originalidad, se hizo mundialmente famoso: Cómo bailan los caballos andaluces. Este evento no solo cautivó al público, sino que también demostró el potencial cultural y artístico del caballo de pura raza española.

Con una determinación inquebrantable, Álvaro Domecq negoció con el entonces Ministerio de Turismo la adquisición del histórico Palacio del Duque de Abrantes, en Jerez, para establecer la sede de la Escuela. Durante dos décadas y media, dirigió personalmente esta institución, dedicando su vida a formar a jinetes y a preservar las técnicas de la doma vaquera y la doma clásica, así como el acoso y derribo. Bajo su liderazgo, la Real Escuela no solo se convirtió en un centro de excelencia ecuestre, sino también en un embajador cultural de Andalucía en todo el mundo, atrayendo a miles de visitantes y consolidando la imagen del caballo andaluz como un símbolo de elegancia y tradición. Su visión transformó un espectáculo en una institución de renombre internacional.

Reconocimientos y distinciones: una vida de honores

La prolífica vida de Álvaro Domecq Romero estuvo jalonada por numerosos premios y reconocimientos que atestiguan su inmensa contribución a la cultura española y andaluza. En 2024, fue honrado con la Medalla de Andalucía a la Proyección de Andalucía, un galardón que subraya su papel fundamental en la difusión de la identidad regional. Previamente, su ciudad natal, Jerez de la Frontera, le había otorgado el prestigioso Caballo de Oro y lo había nombrado Hijo Predilecto de la ciudad desde 2022, demostrando el profundo cariño y respeto que le profesaban sus conciudadanos.

La lista de distinciones es extensa y variada, reflejando la diversidad de sus talentos y pasiones. Entre ellas, destacan la Medalla de Oro de la Asociación de Escuelas Taurinas de Andalucía, un reconocimiento a su labor en el fomento de la tauromaquia. También fue galardonado con el Premio del Clúster Turístico #DestinoJerez en 2018, el Premio Augusto Ferrer-Dalmau de la Academia de la Diplomacia y un importante Premio en el Salón Internacional del Caballo en 2019. Además, su compromiso con la provincia de Cádiz fue reconocido al ser nombrado Embajador de la Provincia de Cádiz en 2016. Estos honores no solo celebran sus logros individuales, sino que también resaltan su impacto duradero en el patrimonio cultural y ecuestre de España.

La alcaldesa de Jerez, María José García-Pelayo, fue una de las primeras autoridades en expresar su pesar públicamente a través de su cuenta oficial de X, enviando su "abrazo" a la familia. En su mensaje, la regidora jerezana destacó: "Hijo Predilecto de Jerez, Medalla de Andalucía, fundador de la Real Escuela, ganadero, rejoneador... vamos a echar muchísimo de menos a Álvaro Domecq Romero". Estas palabras reflejan el sentir general de una ciudad y una región que pierden a uno de sus hijos más ilustres y queridos.