Pasmados

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la portavoz de Junts, Míriam Nogueras. EP
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la portavoz de Junts, Míriam Nogueras. EP

Así se han quedado todos en el parlamento celtibérico. Pasmados y alelados. No daban crédito. No podía ser. Pedro Sánchez le ha dado el control de la emigración en Cataluña a los separatistas catalanes del viejo Pujol. Una emigración que le preocupaba extraordinariamente al ladino y encausado ex presidente regional, cuyo juicio por organización criminal, se celebrará cuando las ranas críen pelo y López, Pachi, acabe la carrera.

Pujol y el golpista Puigdemont, que dirige el gobierno de Pedro Sánchez, veían muy mal que miles de emigrantes de Hispanoamérica se fuesen a Cataluña a trabajar, porque hablaban español y no necesitaban el catalán para entenderse. Se gastaban miles de millones de pesetas en la inmersión lingüística que no les daba los resultados apetecidos, al tiempo que contemplaban, desesperados, a los emigrantes ecuatorianos hablando el idioma de Cervantes, algo que para don Jordi, significaba una grave dificultad y un importantísimo contratiempo para sus planes imperiales de campanario. Así que sus señorías del Congreso no se escandalicen ni se pasmen ahora. Viene de lejos. Lo sabía todo el mundo. Para el taimado Pujol, la afluencia de hispanoamericanos a la región era un incordio para la sociedad catalana, ya que, advertía, que la integración de estas personas no era fácil. Y señalaba que los emigrantes hispanoamericanos en Madrid se "disuelven", pero en Cataluña era mucho más difícil. En opinión de este trilero de la política española no era lo mismo un ecuatoriano en Fuenlabrada que en Hospitalet o en Olot, en donde los nativos de las bellas tierras del Ecuador que hablan además del español otros idiomas como el quichua, el shuar o el awapit no se diluyen, ni se licuan, ni emulsio nan como los que pasean por el Parque del Retiro madrileño, lo que le creaba al pillastre separatista un problema ecológico en el medioambiente del terruño.

En aquella época del pastoreo pujoliano de la finca catalana, Salvador Gabarró, que era presidente del Círculo de Economía de Cataluña, sostenía, en un demoledor informe, que la política lingüística de Pujol constituía uno de los factores que influían negativamente en los trabajadores españoles a la hora de trasladarse a Cataluña en busca de trabajo. Algo elemental que hasta lo comprende Oscar López. Una política lingüística inquisitorial y racista que creó y crea una enorme barrera en las expectativas del trabajador, más grave aún si el demandante de empleo tiene hijos en edad escolar y sabe cual es el panorama que le espera a unos niños que tienen que tragarse, a la fuerza y por inmersión, un idioma que desconocen como aceite de ricino. Así que don Jordi como le molestaban los andaluces, extremeños e hispanoamericanos, promocionó la emigración a Cataluña de marroquíes, argelinos, subsaharianos y adyacentes que como no hablaban español tendrían que hablar catalán. Y así están ahora. Fomentaron la emigración africana y ahora pretenden expulsarla por los graves problemas de criminalidad e integración que se registran en Cataluña. Todo por proteger la identidad catalana. Y lo harán gracias a Pedro Sánchez y a un partido socialista que es el principal abanderado y adalid del Refugees Welcome. Ver para creer. ¡Un auténtico esperpento gubernamental!

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