A partir de mañana

Alberto Cortez. EFE
Alberto Cortez. EFE

"A partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi vida / A partir de mañana empezaré a morir la mitad de mi muerte / a partir de mañana empezaré a volver de mi viaje de ida / a partir de mañana empezaré a medir cada golpe de suerte". Esto cantaba con su voz de barítono el argentino Alberto Cortez, seis años va a hacer ya de su fallecimiento. ¡Cuanto se le echa en falta, especialmente entre los que lo echamos en falta! Nos vendrían muy bien unos cuantos como el y menos Malumas, Karol Gs, Shakiras, Bad Bunnys, etc

Si quieren saber por qué, vuelvan a leer la letra de la canción de Cortez. Es que escuchas eso y sales mejor (no cómo decían con la covid) y no más tonto. Dicho de otro modo: el lirismo de las letras de Alberto Cortez contrasta con la estupidez supina de cosas como: "No trajiste panty / Quiere decir que estaba' ready / Deja que llueva, baby ; Salgo acicalá', de pies a tope / Porque puede ser que con el culo mío te topes; Si es cuestión de confesar / No sé preparar café / Y no entiendo de fútbol; Si te quieres divertir / Con encanto y con primor (¿pero qué es esto?) / Solo tienes que vivir (¿y este frío?) / Un verano en Nueva York (un ratito na' má')". Nota: el "¿pero que es esto?" no es mío, aunque podría.

No voy a seguir porque me pierdo y luego no consigo encontrarme. O podría decir que seguiré mañana, que es adónde desplazamos todo aquello con lo que no podemos o no queremos lidiar hoy.

El día de mañana es un cajón de sastre en el que cabe de todo, principalmente nuestros deseos, ambiciones, iniciativas, aspiraciones, etc. Solemos dejar para mañana lo que no queremos hacer hoy, por mucho refrán que nos recomiende lo contrario. "Mañana" es la palabra fetiche del procastinador, y todos somos procastinadores. Porque lo digo yo. El hoy y el ayer tienen su peso específico en nuestras vidas, pero el mañana es nuestra tabla de salvación. De no existir, habría que inventarlo. Sé que estoy arriesgando cada vez más con este tipo de razonamientos, pero hemos venido a jugar.

"Siempre mañana, y nunca mañanamos". Dijo así el madrileño Lope de Vega, que dijo muchísimas cosas y casi todas ellas con mucho sentido, belleza y precisión. Estaba diciendo, en definitiva, que a mañana nunca se llega, nunca se alcanza ese mañana porque es sustituido continuamente por otro similar en absolutamente todo, con sus mismas propiedades e idéntica capacidad para seducirnos.

Los cantos de sirena del día de mañana han seducido desde siempre a una humanidad ansiosa por aparcar en alguna parte toda la carga emocional de sus frustaciones e inseguridades. Y han servido también como receta para las prisas de hoy y, lo que es peor, como manera de sacudirse los problemas de encima para no tener que lidiar con ellos, por pura pereza, como retrató Larra en "Vuelva usted mañana".

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