La importancia de tener la cabeza a pájaros
EXISTE LA ampliamente extendida convicción (aunque puede que solo sean una serie de digestiones poco afortunadas) de prestigiar eso que llaman tener la cabeza bien amueblada. Parece ser que si tu cabeza se representa a los ojos de tus interlocutores como un recinto donde acomodar una buena chaise longue, un par de sillones orejeros, una estantería de castaño, etc, etc, pasas inmediatamente a la condición de crack y tus palabras son dignas de una escucha activa en lugar de servir de banda sonora de que lo que a tu interlocutor le apetezca estar haciendo con el móvil.
En cambio, tener la cabeza como un bombo es algo poco recomendable: remite a una personalidad blandengue que se ha dejado atiborrar la sesera de tontunas, de discursos irrelevantes pero pesados, de la típica turra de las personas que se dedican a dar la tabarra. Cuando se dice que fulano o mengana me puso la cabeza como un bombo, en realidad se está confesando que te has dejado trolear por un troll, que te han orinado encima mientras decías que estaba lloviendo o ese tipo de cosas que vienen a ex replicar que no has sido demasiado asertivo que digamos.
Ante las dos posibilidades arriba apuntadas, y como alternativo más excelente, servidor desea proclamar la importancia de tener la cabeza a pájaros (o llena de pájaros en otra versión más precisa que podríamos llamar la versión para tiquismiquis). No hablamos de una total entrega a esta alternativa, no se trata de estar en babia las veinticuatro horas: hay unas cuantas cosas que se deben hacer con los cinco sentidos alerta, como escribir un artículo de prensa, por ejemplo. No, lo que queremos decir es que tener a ratos la cabeza a pájaros no es tan malo. Es incluso recomendable para lograr una salud mental compatible con los tiempos que nos ha tocado vivir. Tiempos de velocidad, de inmediatez, de sobreabundancia de información (por tanto, de mentiras y bulos). Si uno se obsesiona con estar centrado en todo durante todo el tiempo, su cabeza acabará explotando. Una explosión endógena, claro: seguirá yendo por ahí como si tal cosa, pero en el interior de su cabeza los cables estarán pelados, cortocircuiteados y chamuscados (en orden sucesivo). Pronto comenzará a interesarse por asociaciones de extrema derecha porque sentirá que su vida necesita enderezarse. Efectivamente: hay un componente de ficción en el párrafo precedente, pero porque uno se toma muy en serio eso de tener la cabeza a pájaros cuando llega el momento en que resulta ser la alternativa más sensata.
En todo caso, tomarse a uno mismo o a los demás demasiado en serio no es sino una patología más de las muchas que podemos desarrollar. Conviene dejarse llevar de vez en cuando por la primera estupidez que, sin dañar o molestar al prójimo, nos resulte divertida y contribuya a nuestro solaz, con independencia de lo que signifique "solaz" con exactitud. Esto es una máxima que aplico con precisión semanal a lo que escribo, como bien saben los asiduos. Y si a estos les parece bien, con orgullo diré que también a mí.