Noticias huracanadas
El huracán pasa de largo y nos deja sus restos en forma del otoño de toda la vida; me ha encantado verlo llegar desde la ventana de C. pertrechado con agua y vientos suficientes para cargarse el verano, que ya tuvo su momento. Lástima de ciclón que arrastrase, figuradamente, a Trump y Netanyahu, cuyos momentos gobernando se nos están haciendo tan largos como al presi de los EE.UU. subir peldaño a peldaño las escaleras automáticas. Todo lo mecánico funciona mal, ya lo dijo la ministra al hilo de los fallos en las pulseras de agresores machistas, que ansían a perpetuarse en la existencia de sus víctimas del mismo modo que Donald desea ofrecer su jeta a la eternidad en el monte Rushmore. No privarnos de su presencia es una forma de maltrato, sin querer yo frivolizar sobre un tema tan terrible para las que lo sufren, o sea todas. Hay sufrimientos que no son individuales, sino de una sociedad entera.
Sin necesidad de esculpirlo, el rostro de Melania ya parece de piedra, verla sonreír es tan milagroso como la aparición de una virgen. La primera dama a veces parece una macarena subida a tacones de Manolo Blahnik. Su imagen negando con la cabeza a lo que fuera o fuese que advertía el dedo señalador de su marido, ha sido uno de los momentos álgidos de la semana. Otro el de Macron atrapado en las calles de NY cortadas por cuestiones de seguridad. Él también sabe, o imagina, que las estampas de aviones presidenciales nos están surtiendo de iconografía sobre las complicaciones de las relaciones maritales. También a gran altura.
Nuestro matrimonio gobernante parece mejor avenido, quizás porque ha de defenderse de los monstruos que acechan su palacio. Ahora ni siquiera pueden echarse una siesta de sábado en la Moncloa porque ella ha de ir al juzgado a declarar ante un señor que no se quiere jubilar.
Esos son los peores, viendo el fin cerca quieren asegurarse un puesto en la posteridad, a costa de lo que sea. Lo del jurado popular para decidir con ecuanimidad y sin vísceras sobre el destino de una primera dama sospechosa de malversar por pedir cuatro llamadas a una secretaria que no es la suya, es para que no te olviden.
¿Ven? Ya he dictado sentencia.
Así, a ojo, dictaminó la dictadura de Franco que cinco chicos eran culpables de terrorismo y asesinato. Al prócer no lo ablandó ni un poco estar en sus últimos suspiros. Debió de pensar que firmar sentencias de muerte rejuvenece. Y no, te mueres igual, por suerte, como el verano cuando llega el huracán.