Opinión

Papel gana a piedra

Un momento del debate que tuvo lugar en la sede de Diario de Pontevedra. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Un momento del debate que tuvo lugar en la sede de Diario de Pontevedra. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

SE ENCIENDEN todas las alarmas mientras Javi Cervera, uno de nuestros grandes reporteros gráficos, retrata a los cinco candidatos frente a la redacción del periódico: Galia Blanco, del equipo de prensa de Ciudadanos, tiene serias dificultades para respirar. "No se puede trabajar con fotógrafos tan guapos como este tío", pienso indignado mientras mi compañero va dando instrucciones a Marica Adrio, Pilar Rojo, Vanessa Angustias, Cecilia Pérez y Goyo Revenga. Algo debe intuir ella sobre mis torpes pensamientos porque enseguida me aclara que se trata de un problema crónico, al tiempo que pregunta si le dará tiempo de acercarse hasta una farmacia para comprar un inhalador. "Claro, mujer", intento tranquilizarla de alguna manera."Mejor retrasarlo dos minutos ahora que evacuarte en helicóptero medicalizado después".

Con Galia recuperada, y sin ningún tipo de retraso sobre la hora prevista, los aspirantes a senadores por la provincia de Pontevedra toman asiento mientras Miguel Ángel Rodríguez, que actuará como moderador, les recuerda los bloques, órdenes de intervención y tiempos pactados previamente. Todavía es momento de sonrisas corteses y alguna que otra broma más o menos celebrada: la calma que suele anteceder a la tormenta. Y mientras Marica Adrio abre fuego, explicándonos la posición de su partido ante la situación de bloqueo que ha provocado la repetición electoral, yo me fijo en la precisión milimétrica con la que Pilar Rojo coloca sus enseres sobre la mesa: funda, gafas, teléfono móvil... Todo perfectamente alineado y ordenado, como esa alumna de sobresaliente a la que nunca se le olvidan el diccionario ni la calculadora.

Las exposiciones de los candidatos se van sucediendo y el foro sube de tono gradualmente pero sin grandes explosiones. Vanessa Angustias, de Unidas Podemos, reprocha la cobardía de Sánchez en el debate televisado de la noche anterior, una opinión secundada por los representantes de Partido Popular y Ciudadanos, que van acompañando sus palabras con un ligero cabeceo afirmativo. Cecilia Pérez, candidata del BNG, puntualiza que ella no lo vio y abre una nueva vía de discusión con un gallego pulcrísimo: no cree en la utilidad del senado y aboga por eliminarlo. Esto provoca la reacción airada de Pilar Rojo, que le afea su candidatura, mientras Revenga sigue diciendo que sí con la cabeza. En realidad, empiezo a sospechar que se trata de una técnica de concentración porque ni siquiera Goyo es capaz de estar de acuerdo con todas y con todo. Lo demuestra a los pocos minutos, cuando se enzarza agriamente con la propia Cecilia Pérez, un conato de incendio que el moderador trata de sofocar como buenamente puede: ahora sí, el debate empieza a parecer un debate.

Y a partir de ahí, la discusión deriva en un amor de verano, con sus picos de pasión desenfrenada y demasiados brotes de normalidad, de cierto estancamiento. Me doy cuenta porque llevo varios minutos dibujando figuras geométricas en un papel y sin mayor preocupación que vigilar si la buena de Gaia sigue respirado. Lo hace a pleno rendimiento cuando llega el momento del minuto de oro, la reconciliación final y las despedidas. Ha sido un debate sin vencedores y con dos claros vencidos: la bica y las pastas. Nadie las toca, nadie se lleva una para el camino, lo que en sí mismo podría considerarse como una metáfora perfecta de lo sucedido en la sala noble del Diario de Pontevedra: contención gana a deseo, papel gana a piedra.

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