'Pipí' gallego y cóctel canario
Salimos de Pontevedra a una hora indigna, las siete de la mañana. Madrugada pura, esa hora a la que sus nietos salen del after y fingen llegar a casa serenos, se lo digo porque me los crucé a todos y a todas y nos pueden engañar a usted y a mí, pero a Dios, querida amiga, a Dios no lo engaña Satán, van a engañarlo sus nietos.
Bueno, la última en llegar fue la vicemandataria de la delegación, Anabel Gulías, que me culpó a mí de su tardanza, acusación que yo acepté sin otra razón que exhibir una gallardía de la que carezco, como sabe toda Pontevedra.
Íbamos sobrados de tiempo, que Eva, del Gabinete de alcaldía organiza estas cuestiones con gran habilidad y enorme sentidiño, lo que se agradece porque en estos viajes llegamos siempre perdidos y hace falta experiencia, rigor, diplomacia y saber hacer, todas esas cosas que faltan en este mundo. Al alcalde Lores lo pusieron a currar ya antes de subir al bus, que el compañero de Radio Pontevedra le pidió unas declaraciones de emergencia para tener unos audios prematuros. Hay que reconocerle esa capacidad que tiene para improvisar declaraciones no previstas y luego para liderar estas expediciones y hacerlas más llevaderas.
"Pasé el resto del viaje con la mirada puesta en la entrada del baño poro si entraba alguien con una fregona"
Las pulseras de Iván Puentes aparecieron directamente en el aeropuerto. Lo de Puentes con sus pulseras se nos va de madre. Las lleva, o lo llevan ellas a él en la muñeca derecha. Ese brazo es como el de Popeye cuando comía espinacas. En el otro, que es enclenque como el de Olivia, su novia, la de Popeye, no la de Puentes, lleva un reloj (Puentes, no Popeye ni Olivia) que ha de pesar, el reloj (el reloj) cosa de medio gramo y así no hay forma de compensar el ejercicio de un brazo sobre el otro, eso suponiendo que todo sea culpa de las pulseras, no sea usted imaginativa.
En el avión, que no vengo yo a mentir, de pronto tuve pis y me fui al baño para expulsarlo. En esta compañía de bajo coste no iluminan los baños. Como yo no me veo el pipí porque mi voluminoso abdomen lo aparta de mi visión, y la penumbra más, pues dije yo, que el destino decida y así fue. Desconozco en qué desembocó la escena, pero pasé el resto del viaje con la mirada puesta en la entrada del baño por si entraba alguien con una fregona, lo que desafortunadamente no sucedió.
Sobre el viaje en sí, poco más que comentar. Desde que salimos de Pontevedra hasta que llegamos al hotel pasaron unas siete o quince horas, no sé, porque en Canarias tienen una hora menos. Bueno, llegamos, instalámonos y fuímonos a comer. Pedimos las famosas papas arrugás con mojo picón. El mojo picón, sépalo usted, es la rica salsa canaria que se llama mojo picón y las papas arrugás son un plato delicioso, honesto y humilde, cosa que me contó Brian, un barman excepcional que me descubrió el Reverol Spritte, un cóctel que no es canario como las papas arrugás pero es una delicia. Yo seguiría, pero me piden el texto. Ahí va.