Cuando otros improvisan...¡Galicia cumple!
La Xunta de Galicia aprueba por decimoséptimo año consecutivo unos Presupuestos en tiempo y forma, consolidando un modelo basado en estabilidad, previsión y responsabilidad fiscal.
En tiempos de incertidumbre política y presupuestaria en el Gobierno de España, marcado por la falta de nuevos Presupuestos y por la parálisis en la gestión económica, Galicia vuelve a ofrecer una lección de rigor, previsión y estabilidad. Los Presupuestos que acaba de aprobar el Gobierno gallego para 2026, por primera vez superan los 14.000 millones de euros. Concretamente alcanzan los 14.240 millones, un 2 % más que en 2025. Más allá del dato, lo relevante es el mensaje, ya que Galicia cumple, planifica y crece con orden, frente a un Gobierno de España que sigue pendiente de sus propias cuentas e inmerso en el caos político.
Mientras el Estado sigue funcionando con unas cuentas prorrogadas desde 2022, Galicia aprueba sus Presupuestos dentro de los plazos que marca la ley. Y ello no es un mero formalismo contable.
La legislación gallega en materia de disciplina presupuestaria y sostenibilidad financiera establece que el Gobierno gallego debe aprobar el anteproyecto de Presupuestos y remitirlo al Parlamento antes del 20 de octubre de cada año, garantizando así su entrada en vigor el 1 de enero siguiente. Del mismo modo, la Constitución Española obliga al Gobierno de España a elaborar y presentar anualmente los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la finalización del ejercicio en curso. Ese cumplimiento puntual se ha convertido en la piedra angular de la estabilidad institucional y de la credibilidad financiera de la comunidad gallega, frente al desbarajuste presupuestario del Gobierno central.
Aprobar las cuentas a tiempo no es solo una muestra de respeto a la ley, sino también de responsabilidad con la ciudadanía. Al fin y al cabo, son los impuestos de los gallegos y gallegas los que nutren esos Presupuestos y sostienen cada servicio público. Cada día de retraso genera incertidumbre, frena inversiones y retrasa proyectos. Galicia, al contrario, ha hecho del cumplimiento presupuestario una seña de identidad política. Gracias a esa regularidad, los ayuntamientos conocen a tiempo qué transferencias recibirán, las empresas pueden planificar su participación en programas públicos y sus propias inversiones, y los servicios esenciales no sufren interrupciones.
En un contexto donde el debate político estatal se ha vuelto rehén del cálculo coyuntural, Galicia demuestra que el parlamentarismo puede convivir con la gobernabilidad y la previsión. La estabilidad es fruto de una mayoría sólida y de una cultura política basada en la previsibilidad. Así, esta constancia tiene efectos concretos, como la confianza de los inversores, la fiabilidad en los pagos y la continuidad en los proyectos plurianuales.
Las instituciones financieras y los organismos europeos valoran especialmente esa coherencia. Bruselas ha insistido en que las regiones con gobiernos estables son más eficientes en la absorción de fondos, y Galicia lo ha confirmado con su gestión de los Next Generation. Ahora afronta el final de esas ayudas con la casa en orden y una planificación que le permite mantener el pulso inversor sin depender del azar.
El nuevo presupuesto gallego no solo crece, sino que lo hace con dirección estratégica. Quisiera destacar el incremento de 300 millones que destina íntegramente a Sanidad, Educación, Política Social y Empleo. Es decir, tres de cada cuatro euros (cerca de 10.600 millones) van a gasto social, reforzando la cohesión territorial y la igualdad de oportunidades. No es casualidad. La Xunta de Galicia entiende que el bienestar no es un gasto, sino una inversión en futuro.
También quiero poner en valor las decisiones con visión de largo alcance, como el refuerzo de 40 millones a la Sociedad Pública de Vivienda o el aumento del 9 % en la partida de I+D+i. En un momento en que la vivienda y la innovación marcan el pulso social y económico, la Xunta sitúa sus prioridades donde realmente se decide el futuro. No se trata de repartir fondos, sino de orientar la política presupuestaria como un instrumento de transformación.
A esa estabilidad del gasto se suma una política fiscal coherente. Galicia ha mantenido una senda de moderación, con 120 bajadas de impuestos desde 2009. No se trata de rebajas generalizadas, sino de medidas ajustadas a las necesidades de los colectivos vulnerables y de los territorios en riesgo de despoblación. El incremento del techo de patrimonio para acceder a la rebaja del Impuesto de Transmisiones (del 8 % al 3 %, e incluso al 0 % en zonas rurales) es un ejemplo de fiscalidad inteligente, que combina equidad y estímulo demográfico. Lo mismo ocurre con las deducciones de hasta 105 € por hijo en material escolar o con la extensión de beneficios a las familias monoparentales. Son medidas que alivian sin desequilibrar.
El contraste con el escenario estatal es inevitable. España afronta 2026 con unas cuentas prorrogadas por cuarto año consecutivo. La excepción se ha convertido en costumbre. Y eso erosiona la capacidad del Estado para planificar el gasto, ejecutar los fondos europeos o cumplir compromisos internacionales. Mientras tanto, en Santiago los Presupuestos se discuten, se aprueban y se ejecutan. Esa diferencia de ritmo no es menor: refleja dos modelos de gobernanza y dos concepciones de la responsabilidad institucional.
La Xunta de Galicia, de nuevo, demuestra que gobernar bien no es improvisar ni aplazar decisiones. Es cumplir los plazos, respetar la ley y planificar con visión. Y eso, en un Gobierno como el de España, acostumbrado a la urgencia, al corto plazo y a las conveniencias de sus socios de legislatura y de gabinete, debería ser la norma y no la excepción.
En definitiva, los Presupuestos de 2026 son mucho más que un documento contable: son la expresión de una forma de entender la política. Galicia planifica antes de decidir, cumple antes de prometer e invierte donde más lo necesitan las personas. En tiempos en los que la política nacional parece debatirse entre la polarización y la improvisación, el ejemplo gallego ofrece una lección valiosa: la estabilidad no es inmovilismo, sino la condición necesaria para avanzar.
A lo largo de los años he aprendido que cumplir no es solo hacer lo que marca la ley, sino respetar la palabra dada a los ciudadanos. Y eso es lo que ocurre en mi tierra.
Cuando otros improvisan… ¡Galicia cumple!