Angélica, de Guatemala a Rodeiro: "Vine a ver la casa y sentí el olor de las vacas, me recordó a mis abuelos"

Angélica dejó su ciudad natal en Guatemala para instalarse en un pueblo en Rodeiro
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Angélica con uno de sus perros. DP

En el año 2016, Angélica Córdova partió de Guatemala y sobrevoló el Atlántico con el objetivo de cruzar España a pie, haciendo el Camino de Santiago. Lo que no sabía era que ese viaje la marcaría de tal manera que condicionaría su futuro. Una vez aquí, no pudo evitarlo: se enamoró de Galicia. "Después de pasar la sequedad de Castilla y León, entra uno en Galicia y eso es una maravilla", apunta, recordando el momento en el que empezó a plantearse en serio pedir el visado de nómada digital, para poder realizar su trabajo —es empleada de una empresa estadounidense— desde España.

En Guatemala vivía en una ciudad, concretamente en Quepzalpenango. "Estaba cansada", recuerda. "Yo lo que quería era venir a Galicia por el clima, por mis perros, que tienen mucho pelo, y quería un clima más suave". Así, empezó a buscar destino, con la condición de que "quería vivir en el rural". "Mis abuelos tenían una granja pequeña de vacas, y cuando yo iba a visitarles lo pasaba muy bien, porque había animales, y a mí siempre me gustaron las vacas", cuenta.

Fue entonces cuando contactó con Agustín, de la Inmobiliaria Sip. "Vi que los precios estaban bien", afirma. Así, después de ver algunas casas, que no se adecuaban a sus necesidades, aterrizó en Rodeiro, en el lugar de A Portela, un pequeño pueblo rural en la que habitan actualmente una decena de personas. Allí, adquirió una vivienda con 2.500 metros de terreno, donde sus perros "son felices".

"Vine a ver la casa y sentí el olor de las vacas, me recordó a mis abuelos", recuerda Angélica. Y no lo dudó. Compró la casa. Necesitaba reforma, "había que mejorarle muchas cosas", reconoce. Pero le gustó el lugar, era el sitio idóneo para residir junto a sus perros. Y así fue como comenzó una nueva vida en este pequeño concello de la comarca de O Deza hace año y medio.

Y en este tiempo, "ha mejorado todo", confiesa, y eso a pesar de que ha tenido que invertir dinero en reformar su propiedad. "Cuando llegamos aquí, a mediados de abril del año pasado, era primavera y supuestamente tenía que hacer calor. Pues no, ¡Era una mentira! Aún alcanzamos una nevada y pasamos mucho frío hasta junio", cuenta. Pese a este "reto" de adquirir una casa sin conocer a fondo su estado y tener que invertir en ella, "del rural gallego no tengo nada de lo que quejarme".

"Puedes incluso dejar la puerta abierta"

Angélica recuerda el tráfico y la inseguridad que había en la ciudad guatemalteca; por la contra, lo compara con este pequeño pueblo de Pontevedra: hay tranquilidad y es muy seguro. "Puedes incluso dejar la puerta abierta que no pasa nada, y los vecinos están pendientes de ti por si necesitas algo. Aquí son todos muy buenos", apunta. Y en la ciudad, asegura, "eso no pasaba".

En A Portela tiene su pequeño huerto, disfruta de largos paseos -una actividad de la que antes apenas disfrutaba- y se levanta y se acuesta con la naturaleza a los pies de su puerta.

En cuanto a los servicios, no tiene queja alguna. Si bien es cierto que necesita coger el coche para ir a hacer la compra, Angélica no lo considera una desventaja. De hecho, en su ciudad natal eran asiduos los atascos para recorrer apenas unos kilómetros. Además, tiene fibra óptica, un servicio que quizás hace años era impensable en el rural, y eso le permite conectarse para teletrabajar.

No contempla regresar a Guatemala ni mudarse a una ciudad. Quizás sí cambiar de domicilio en un futuro para poner en marcha un nuevo proyecto, pero nunca lejos del rural.

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