Esta aldea de Pontevedra con nombre de pared resiste al olvido pese a llevar más de dos décadas vacía
Es uno de los 172 núcleos actualmente deshabitados de Pontevedra, según datos del INE. Situado en el corazón del interior de la provincia, refleja la deriva demográfica que atraviesa el rural gallego.
Lleva más de veinte años vacía, y los registros demográficos confirman que no ha vuelto a recuperarse desde entonces. Esa es la realidad de Os Muros, un pequeño pueblo de la parroquia de Parada, en el municipio pontevedrés de A Estrada, parte de la comarca de Tabeirós–Terra de Montes. Según el Nomenclátor del Instituto Nacional de Estadística (INE), el lugar quedó sin residentes en 2003. En 2002 todavía vivía allí una mujer, la última habitante antes de que la aldea entrase en silencio definitivo.
La aldea forma parte del listado de once núcleos vacíos en A Estrada a comienzos de 2024. Además de Os Muros, figuran O Souto, O Preguecido, A Calzada, As Carballas de Abaixo, O Coto, Ouzamerxe, Xestás, O Pinal, Vilanova y Cruxeira, todos ellos sin un solo habitante. Su peso colectivo no es menor: estos once lugares contribuyen al cómputo general de 172 aldeas completamente deshabitadas actualmente en la provincia de Pontevedra, cifra que convive con otros 85 núcleos en la provincia donde reside únicamente una persona.
El fenómeno no es exclusivo de Pontevedra, pero sí destaca en el contexto gallego. Galicia concentra cerca de la mitad (el 49%) de todas las entidades singulares de población de España, más de 30.486, entre aldeas, barrios y urbanizaciones. A pesar de esa magnitud, 1.912 de esos núcleos estaban totalmente deshabitados a 1 de enero de 2024, y la tendencia continúa: en el último año, 32 aldeas más perdieron a sus últimos vecinos.
La provincia de Pontevedra es la única que logró una mínima contención del proceso tras recuperar un núcleo habitado; en el resto, el vaciamiento sigue su curso. Lugo lidera los datos con 911 aldeas sin habitantes, seguida de A Coruña (671) y Ourense (158).
A Cañiza y Pontevedra, las más afectadas por la despoblación en la provincia
En el mapa provincial, A Cañiza y Pontevedra encabezan la estadística con 29 y 21 aldeas deshabitadas, respectivamente. Arbo se sitúa en tercer lugar con 13, y justo después aparece A Estrada y sus once pueblos sin vecinos, entre los que figura Os Muros. Frente a ellos, 26 municipios pontevedreses se mantienen sin un solo núcleo vacío, aunque la evolución reciente recuerda que ese equilibrio es frágil.
La despoblación de aldeas como Os Muros responde a múltiples factores, y el envejecimiento es uno de los más decisivos. Según el INE, la edad media de los habitantes de pueblos de menos de 50 habitantes es de 54,3 años, lo que anticipa un escenario de riesgo extremo en los municipios más rurales. La parroquia de Parada experimentó la misma dinámica: una progresiva salida hacia áreas urbanas con más oportunidades laborales, educativas o sanitarias hasta dejar sin relevo demográfico al núcleo.
Pese a su situación, Os Muros mantiene un valor territorial evidente. El interior de A Estrada es un enclave conocido por rutas de senderismo, pistas forestales, paisajes sin masificación y un patrimonio tradicional muy bien conservado. La cercanía entre aldeas habitadas y despobladas permite, incluso hoy, recorridos circulares que atraen a caminantes y aficionados al turismo de naturaleza, especialmente en fines de semana y puentes.
Los especialistas en planificación rural coinciden en que el futuro pasa por transformar el atractivo paisajístico en palanca de repoblación, mediante iniciativas vinculadas al turismo sostenible, la rehabilitación de viviendas, los proyectos de cohousing o la captación de teletrabajadores que buscan entornos tranquilos. Existen precedentes en la comunidad de aldeas que volvieron a registrar habitantes después de años de silencio, y municipios como A Estrada observan con atención ese tipo de estrategias para frenar la pérdida demográfica.
A día de hoy, Os Muros permanece como un símbolo estadístico del éxodo rural en Galicia. Pero también es una muestra de que el abandono no implica olvido definitivo: su ubicación estratégica, su entorno natural y la presencia continua de senderistas indican que su historia no está cerrada. El reto –como advierten los expertos— es convertir ese interés en vida, y que el rural gallego deje de limitarse a un paisaje para visitantes y vuelva a ser un lugar para quedarse.

