Esta aldea de Pontevedra lleva más de una década vacía y tiene un nombre que evoca el movimiento del agua
Galicia sigue perdiendo aldeas. Lo hace despacio, casi en silencio, pero con la constancia de un fenómeno, el de la despoblación, que no da tregua. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la comunidad cuenta ya con 1.912 núcleos de población totalmente deshabitados. Solo en el último año, 32 lugares más se han quedado sin vecinos. Y aunque la provincia de Pontevedra fue la única capaz de revertir mínimamente la tendencia –con una aldea repoblada–, el mapa sigue dejando cifras preocupantes: 172 aldeas vacías y otras 85 con un único habitante.
Una de ellas es O Reconco, un pequeño enclave de la parroquia de A Barcia do Seixo, en el municipio de A Lama, donde el paso del tiempo ha hecho desaparecer la vida cotidiana. Según el nomenclátor del INE, no hay vecinos censados desde 2013. En 2012 todavía figuraba una mujer empadronada. Desde entonces, el silencio se ha instalado en este lugar, cuyo nombre –que en gallego hace referencia a un remolino o meandro– evoca perfectamente la forma en que la despoblación avanza: girando sin descanso sobre sí misma.
O Reconco forma parte de la lista de siete aldeas actualmente sin habitantes en el concello de A Lama, junto con Os Tatos, O Outeiro, Albáns, Barbeira, O Eido de Caneiras y A Igreza. Pese a su pequeño tamaño, su caso ilustra una tendencia que se repite en todo el interior pontevedrés: un territorio de montes y valles, históricamente agrícola, que poco a poco ha ido quedando vacío por la falta de relevo generacional y la migración hacia las zonas urbanas.
Pontevedra, entre el freno y la resistencia
Aunque la provincia es la que mejor comportamiento muestra en Galicia en cuanto al ritmo de pérdida de población rural, la cifra de 172 aldeas sin vecinos sigue siendo significativa. Municipios como A Cañiza (29) o Pontevedra capital (21) encabezan la lista de concellos con más núcleos vacíos. Les siguen Arbo (13), A Estrada (11) y As Neves (10).
En la otra cara del mapa, 26 ayuntamientos logran mantener todas sus aldeas habitadas, un dato poco común si se compara con provincias como Lugo, donde solo cinco concellos se salvan de la despoblación total en alguno de sus núcleos.
La provincia pontevedresa cuenta con 6.262 entidades singulares de población, lo que la convierte en la tercera de Galicia por número de asentamientos, solo por detrás de A Coruña y Lugo. Su estructura dispersa –heredada del modelo de ocupación medieval y reforzada por siglos de vida agrícola– explica en parte la dificultad para frenar el abandono del rural.
Un fenómeno que avanza con el tiempo
La historia de O Reconco es la misma que la de tantas otras aldeas gallegas. Un envejecimiento sostenido de la población, la falta de oportunidades laborales en el entorno rural y la atracción de los servicios urbanos provocaron un goteo de salidas que, con el paso de los años, dejó las casas vacías.
Según los datos del INE, la edad media de los habitantes en las aldeas de menos de 50 vecinos en España supera ya los 54 años, una cifra que refleja la fragilidad del tejido demográfico rural.
A Lama, un municipio de interior con un paisaje de montaña y abundante patrimonio natural, intenta resistir. La recuperación de senderos, el impulso del turismo de naturaleza y el interés creciente por las segundas residencias rurales son algunas de las estrategias que buscan frenar el vaciamiento de sus parroquias.
Un símbolo de la Galicia interior
Según el INE, O Reconco es una de las más de 170 aldeas que han desaparecido del mapa pontevedrés por culpa de la despoblación, un fenómeno que sigue ampliando la brecha entre el campo y las ciudades. Expertos en desarrollo rural insisten en que la recuperación del territorio pasa por políticas específicas: rehabilitación de viviendas, incentivos fiscales, mejora de las infraestructuras y, sobre todo, una apuesta clara por atraer nuevos pobladores.
Por ahora, O Reconco permanece como un punto más en el mapa de las aldeas vacías de Pontevedra. Un nombre que, paradójicamente, significa "remolino" y que hoy representa el círculo silencioso del abandono rural.


