Investigadores sobre el cambio climático: "Hay que adaptarse"
Con el paso de los años, los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes en todos los ámbitos. En particular, el sector agrícola se ha convertido en uno de los más afectados, mientras crece la preocupación entre los agricultores por el futuro de sus cosechas. Sin embargo, los expertos coinciden en un mensaje claro: es necesario adaptarse.
María Fernández, investigadora de la Facultad de Ciencias de la Universidade de Vigo e integrante del Grupo de Investigación en Sistemas Agroambientais (GISA), explica que "ya se están notando cambios en la producción; hay determinados cultivos que están sufriendo más el cambio climático".
Uno de los mejores indicadores de esta problemática es el cultivo de la vid, considerado un auténtico bioindicador del cambio climático. Fernández señala que "hay periodos en los que llueve mucho y otros en los que no cae ni una gota. Los agricultores tienen que recurrir al riego para mantener las plantas, porque si no los frutos son muy pequeños o incluso se acaban cayendo, como está pasando este año con las olivas".
En zonas como el Ribeiro, la falta de lluvias ha obligado a regar las viñas en pleno agosto, antes del inicio de la vendimia. "Las uvas no engordaban", explica Fernández, "y esta falta de agua se traduce en un aumento de los gastos, tanto en recursos hídricos como en seguros agrarios, porque es necesario contar con un operario que realice esa tarea".
Para Antonio M. de Ron, doctor en Ciencias Biológicas y profesor de investigación en la Misión Biológica de Galicia (MBG), el principal problema no radica tanto en la cantidad de lluvia o de calor, sino en su irregularidad. "El problema no es tanto la cantidad de lluvia o la cantidad de calor, sino la imprevisibilidad que se está experimentando: de pronto llueve mucho y luego pasan varios días sin llover", señala.
De Ron recuerda que la evolución del clima ha sido constante a lo largo de la historia, con un incremento progresivo de la temperatura global. Sin embargo, apunta a la Revolución Industrial como punto de inflexión: "A partir de ese momento, las acciones humanas comenzaron a influir sobre la atmósfera, la gran reguladora del clima, y eso es lo que llamamos cambio climático antropogénico".
La tierra se está calentando, y esa realidad afecta a personas, animales y plantas, alterando sus ciclos naturales. Fernández subraya que "el suelo está tan sumamente seco que ahora tendrá que llover bastante para que vuelva a humedecerse y la materia orgánica esté disponible para las plantas".
Ante esta situación, los expertos coinciden en que la adaptación es imprescindible. De Ron recomienda "ajustar los ciclos de siembra y recolección para evitar los periodos de temperaturas extremas", mientras que Fernández apuesta por "escoger variedades más resistentes y mejor adaptadas a los cambios que se vayan produciendo".
Aunque no sea posible controlar la temperatura o las precipitaciones, existen medidas de mitigación. "Podemos aplicar riego y proteger los cultivos en invernaderos", explica de Ron. Sin embargo, advierte de que estas soluciones pueden afectar a la productividad y la calidad final de las cosechas. "Hay que ser prudentes y evitar decisiones precipitadas. Es necesario observar periodos amplios de tiempo para valorar cómo varía el régimen hídrico y de temperaturas; no se puede analizar de un día para otro".
Otro de los grandes desafíos del sector es la contaminación derivada del uso excesivo de fertilizantes. De Ron considera que "la agricultura, entre comillas, se ha industrializado; no quedó más remedio que hacerlo para mantener una producción estable y alimentar a toda la población". Sin embargo, esa dependencia de los fertilizantes; o agroquímicos, como los denomina el investigador, ha generado altos niveles de contaminación.
"Había que buscar soluciones basadas en la naturaleza", explica. Y una de ellas son los llamados cócteles microbianos, productos que ya existen en el mercado y que utilizan microorganismos beneficiosos del suelo para mejorar los cultivos sin recurrir a químicos de síntesis. "Se trata de preparar un producto que no sea de origen químico, sino natural, y que limite la emisión de gases de efecto invernadero, uno de los principales causantes del cambio climático".
No obstante, esta alternativa aún presenta un reto: su alta especificidad. "Son muy concretos; hace falta preparar un producto para el tomate, otro para la judía, otro para la alcachofa", detalla de Ron. "Nosotros estamos buscando microorganismos y asociaciones que puedan adaptarse a distintos cultivos".
Cómo afectan a las Bodegas Fillaboa
Uno de los sectores que está experimentando esta realidad es la viticultura. Los enólogos y vinicultores explican que cada denominación del vino tiene sus características propias que los diferencia de las demás, sin embargo, con el cambio climático pueden sufrir variaciones en elementos como el sabor, la acidez o la gradación. "Los bodegueros están bastante en alerta a que no le cambien estos parámetros organolépticos porque si no el consumidor no lo va a reconocer", informa Fernández.
En el caso de las Bodegas Fillaboa, ya han notado cambios relacionados con el clima en los viñedos de la finca en los últimos años. "hay menos nieblas matinales llegando casi a ser anecdóticas cuando hace treinta años eran muy habituales. Esto provoca que por la mañana haya menos rocío y, por lo tanto, humedad y por lo que hay menos riesgo de proliferación de hongos que afecten a la viña", afirma Antonio González, responsable de campo de las bodegas.
En cuanto a la temperatura, no han experimentado cambios pero, según González, las lluvias son más estacionales y "no tan repartidas durante el año". Sin embargo, para la bodega el cambio climático está resultando positivo, "ayuda a una mejor maduración porque tenemos una mayor concentración de azúcares con lo que podemos conseguir vinos albariños de una calidad aún mayor", afirma Isabel Salgado, enóloga de las Bodellas Fillaboa.
En su caso, el sabor del vino no ha variado hasta ahora, pero sí ha aumentado la maduración y el grado. Antonio González, declara que no temen que el fenómeno climático perjudique a su producto: "las nuevas condiciones climáticas, para el caso de esta zona de Rías Baixas, son más favorables para nuestros viñedos con lo que las vides se adaptan estupendamente sin necesidad de tomar ninguna medida a mayores al respecto".