Escucha (a) tu corazón
La frase esa que brota como malahierba en medio de las comedias románticas, las series románticas, las novelas románticas, las baladas románticas y cualquier tipo de producto cultural con sesgo romántico que emplee el lenguaje. Esa frase de pesadilla que dice: "Escucha (a) tu corazón". No nos metamos en disquisiciones lingüísticas sobre la pertinencia o no de esa "a", que para dar la tabarra ya llega con la línea argumental del artículo.
Para empezar: ¿cómo rayos vas a escuchar a tu corazón si la oreja no te llega hasta ahí abajo? A no ser que la frase esté dirigida solamente a los contorsionistas, aficionados o profesionales. Y no me digan que el corazón, en el supuesto de que emita algo distinto al sonido de los latidos, lo hace con un volumen capaz de ser percibido por el oído del ser humano al que pertenece.
"Nooo, pero es que ahí la palabra "corazón" tiene un sentido metafórico". "Se refiere a la esfera emocional, a los sentimientos". Peor me lo pones. Me está diciendo, la frasecita, que debemos dejarnos guiar por nuestras emociones. Luego pasa lo que pasa. ¿Estamos tontos o qué? Porque está claro que cuando se dice "escucha" se indica una línea de acción que va más allá de la mera escucha. Se te dice que escuches para luego actuar en consecuencia, ¿para qué si no? ¿Es que vas a oir a tu corazón como si oyeses Onda Cero?
Lo que se plantea es que tus sentimientos, surjan de una profunda sima interior o de una mala digestión de la merienda, tienen que marcar las decisiones vitales, y más en asuntos románticos.
En asuntos románticos la intervención del cerebro se desaconseja, es decir, preferimos actuar como descerebrados. Es lo suyo, claro. Para qué vas a dejar tu ámbito de acción en manos de tu capacidad de raciocinio cuando puedes actuar como un pato sin cabeza. Es de locos. No estamos defendiendo que uno deba dejar la elección de su pareja a una ardua elaboración de argumentos en pro y en contra, ni una cosa ni la otra. Pero no se puede abandonar todo al criterio subjetivo de las emociones. Il cuore è uno zíngaro, cantaba Nicola di Bari, y poca gente sabe tanto como el cantante italiano sobre las cosas del cuore, al menos si lo juzgamos por su repertorio. Y puede que tú seas una persona cabal y racional, que tomas raciones en los bares como decían los Siniestro; un tipo sensato y centrado, pero es que igual tu corazón es un gilipollas integral. En el equilibrio está la virtud, dicen los funambulistas. Pese a lo cual, y seguramente debido a que lo que nos mola es el desequilibrio (y si no, consulten las noticias del día), nos creemos pamplinas como la de consultar (a) nuestro corazón.
No nos pasan más cosas en el día a día porque lo hemos limitado a veinticuatro horas. Es que las vamos pidiendo. Voy poner un ejemplo, como dicen los que saben: ese máximo responsable político que, siguiendo los dictados de sus pulsiones emocionales, se encerró durante horas para comer con una señora mientras el territorio que tenía a su cargo sufría la mayor inundación de la historia del país. No me digan.